ASODEGUE, 06.05.2002 - Los acontecimientos que están teniendo lugar en Guinea desde el 14 de marzo marcan la bancarrota de la política que la administración española había diseñado para con aquel país en los últimos años. Estos hechos y el que no se haya producido gesto alguno de distanciamiento respecto a la dictadura guineana están dando lugar a múltiples especulaciones sobre los orígenes, sobre las razones de la política española. Cada semana nos llegan versiones distintas de cómo las relaciones económicas o familiares de tal o cual alto funcionario español con el entorno de Obiang estaría en la clave del asunto. Parece que estos hechos (por otra parte, nunca suficientemente demostrados) bastarían para explicar las posiciones que sobre Guinea adoptan el gobierno español o las distintas instancias de la administración que han de relacionarse con Guinea Ecuatorial. Sin excedernos en nuestro ánimo exculpatorio queremos indicar que Asodegue ha procurado
mantenerse siempre al margen de las "teorías conspirativas" y hemos creído que la política hacia En la actual legislatura hay pocas dudas de que el principal centro de toma de decisiones sobre
Guinea está en Presidencia del Gobierno. En su Departamento de Relaciones
Internacionales dirigido por Ramón Gil Casares. No sucedía lo mismo en la legislatura anterior en la que, ya con
Gil Casares en su puesto actual, la dirección de la política hacia Guinea se llevaba
fundamentalmente desde el Ministerio de Asuntos Exteriores, por el "equipo Alabart", aunque se
acordase en reuniones periódicas (semanales) con Presidencia. También era principalmente Alabart
quien se reunía (los jueves, durante varios meses) con el entonces embajador de Guinea (hoy Dejando a un lado las declaraciones oficiales, la política del "equipo Alabart" inició la aproximación a Obiang y los suyos, se olvidó de la oposición democrática a la que sometió a una auténtica "travesía del desierto", reconoció al régimen guineano como único artífice de una apertura democrática que se anunciaba inminente pero que nunca tuvo lugar y puso en el primer puesto de las prioridades la estabilidad de las relaciones entre los dos países. Esta primera formulación de un compromiso constructivo con el régimen de Obiang no dio fruto alguno. Agotada aquella legislatura, se anunciaron algunos cambios que vendrían de la mano de Gil Casares quien iba a ejercer una dirección mas personal sobre la política hacia la ex-colonia española (han desaparecido de hecho las reuniones de concertación con el Ministerio de Asuntos Exteriores). Veamos ahora cuales son las ideas fundamentales, nuevas o viejas, que, en nuestra opinión, vienen inspirando la actuación de la administración española en este nuevo período sin que ello signifique que todas sean compartidas siempre (y con la misma intensidad) por todos los que participan en ella. 1) La primera de estas ideas está inspirada en una visión pesimista de la política guineana. El fracaso en la creación de un auténtico estado nacional tras el proceso de la independencia no sería el resultado de las políticas puestas en marcha por Macías y por Obiang, sino de alguna incapacidad natural de los guineanos para establecer un proceso político ordenado y eficiente. Por tanto, dado que de todos los partidos y los políticos guineanos cabe esperar los mismos (o parecidos) resultados no merece la pena empeñarse apoyando a la oposición democrática. Para justificar lo que sin duda es una toma de posición "a priori", nunca como en estos años se ha hablado tanto de las insuficiencias de la oposición y nunca se ha sido tan comprensivo con las del gobierno guineano. 2) En Moncloa querrían "tener para Guinea una política como la que tiene Francia con sus ex-colonias africanas, es decir colaborar con todos los gobiernos sean democráticos o no". Esta posición, (que limita ya las "buenas relaciones entre los dos países" a buenas relaciones entre los dos gobiernos) se presenta como superadora de "prejuicios anteriores", ignora toda la historia de las diferencias entre el modelo español y el modelo francés de relación con los países africanos y da por hecha la voluntad del gobierno de Malabo de mejorar sus relaciones con España. Sin embargo, sean cuales sean los deseos de Moncloa respecto a que inversores españoles participen en la oportunidad que hoy día supone Guinea, el dictador guineano ha demostrado con creces su voluntad de que haya pocos españoles en su país. En la primavera del año 2001, un periodo de supuesta "luna de miel" entre las dos administraciones, en Madrid se estaba a la espera de que el gobierno guineano promulgase algunas leyes garantizando la seguridad jurídica de posibles inversores españoles. Se anunciaba incluso el viaje de una delegación de empresarios. En la primavera del 2002 nada de esto ha sucedido pero ahora la administración española acepta que la promulgación de estas leyes se aplace hasta la resolución de las negociaciones de la deuda de Guinea con España, lo que Obiang retrasa cada vez más... 3) "En Guinea el desarrollo económico llevará consigo un desarrollo político". Lo hemos venido escuchando reiteradamente en boca de los responsables, y no responsables, de la política hacia Guinea en estos últimos años y es una idea tan antigua como la presencia europea en Africa, aunque no se haya probado en sitio alguno. El papel del petróleo como elemento de desarrollo económico ha sido dudoso en muchos países, en Guinea están por aparecer tan siquiera sus primeros resultados. No sólo no es un elemento de riqueza para la mayoría de los guineanos, sino que mejora las posiciones de dominio de ese 5% de la población que controla y explota el país. No ha habido el menor gesto que permita entrever intención alguna de desmontar el aparato represivo, la amalgama de militares, policías y miembros del PDGE que controlan y aterrorizan a la población. La práctica de la tortura, la utilización de la violencia como herramienta política se hace con mayor moderación que en el periodo de Macías pero sigue siendo un elemento esencial de la cultura y el modo de hacer de Obiang y los suyos tal como ha vuelto a demostrarse después del 14 de marzo. 4) "Si nosotros no nos hacemos presentes en Guinea, vendrán otros y ocuparan nuestro sitio". En realidad nunca, a pesar de todas las concesiones hechas a Obiang, la influencia española en Guinea ha sido menor que ahora. Algunas de las concesiones (gratuitas) hechas al régimen guineano, como el cambio del tipo de emisiones para Guinea de Radio Exterior de España supone una disminución clara de la presencia de nuestro país, y de los valores que, entre la población guineana, se le creen asociados. Gestos como la foto del dictador guineano con el Jefe del Estado español en la "cumbre del idioma" celebrada en Valladolid el pasado año, que la diplomacia guineana ha llevado por medio mundo, supone prácticamente regalar las bazas con las que nuestro país podría negociar concesiones de la dictadura guineana en el campo de las libertades democráticas. 5) Si estas ideas (algunas tomadas de la vieja bisutería colonialista y otras fruto de un oportunismo que se cree capaz de superar con poco esfuerzo las artimañas del régimen guineano) están bastante generalizadas y, creemos, bastan para definir una política que oscila entre la apatía y la complicidad, la última que queremos reseñar queda circunscrita a círculos muy determinados pero su influencia no es sin embargo menor. Los principales responsables de la administración española en sus relaciones con Guinea no están dispuestos a favorecer ninguna salida en aquel país que salga del ámbito político e ideológico del Partido Popular español y dado que estiman que no hay opciones en este ámbito prefieren hacer de Obiang, por ésta y las demás razones que venimos apuntando, "su hombre en Guinea". Esta afirmación puede parecer arriesgada, pero se entiende mucho mejor si analizamos la política seguida por esos "principales responsables" respecto a la oposición guineana. Veámoslo: Durante el "período Alabart" la oposición fue relegada al olvido no tanto en lo que hace a las conversaciones (se hablaba mucho con ella) como en el terreno de la colaboración y la política práctica. La línea de Gil Casares es mucho más intervencionista y tiene opciones definidas para la mayoría de los partidos que la integran. Empecemos por los que continúan en las "tinieblas exteriores". Son las formaciones que representan las opciones consideradas intolerables por el dictador guineano: la disidencia de Mongomo y el nacionalismo bubi. Mongomo, en su aspecto político, es considerado por Obiang como su "jardín privado" y esta consideración es admitida, sin más, por la administración española que, por ejemplo, se ha apresurado a dar por buena la versión oficial de que las detenciones (y las torturas) producidas tras el 14 de marzo responden a un intento de "golpe de estado" tras el que estaría una rivalidad familiar (o de clan) por el petróleo. La realidad es que cuando se van conociendo las acusaciones con algún detalle parecen de una simpleza pasmosa, pero desde Madrid se tiene definida hace años la política hacia los disidentes de Mongomo, poderosos cuando Macías y a los que se sigue reprochando su "antiespañolismo" de entonces, y se mira para otro lado, o se felicita al dictador, cuando elimina los problemas en este campo con su habitual sutileza política... Un comportamiento similar se tuvo con los nacionalistas bubis. Tras los gravísimos incidentes de Luba de enero del 98, Alabart se apresuró a dar por buena la interpretación guineana que asimilaba el conflicto Estado guineano-MAIB con el del Estado español con ETA a pesar del escaso favor que la comparación hacía a la parte española. En ambos casos las buenas (?) relaciones con Obiang quedan por encima de cualquier análisis riguroso y de la búsqueda de un clima de paz y reconciliación en Guinea. El segundo grupo sobre el que se tiene una política diferenciada es el que forman en el exilio Severo Moto y los dirigentes de la antigua ANRD, APGE... En este caso se mantiene una política de contactos (más o menos) frecuentes en los que se prometen ayudas, colaboraciones y gestos de mediación con el gobierno de Obiang que nunca llegan a producirse. Cada vez que el dictador guineano viaja por España o por Francia (lo que en los últimos tiempos es relativamente frecuente) Moto hace declaraciones pidiendo conversaciones con él, que le han sido aseguradas (o casi) con anterioridad. Obiang las ignora y así hasta la próxima... En esta misma línea de neutralizar a la oposición guineana está la política de Moncloa respecto a CPDS, la formación guineana que es miembro de la Internacional Socialista. En este caso se comienza por afirmar que CPDS sigue siendo "la gran esperanza para Guinea" y que está llamado a jugar un gran papel en el futuro del país. Mientras llega ese futuro, que no se sabe cuando empieza, la política de la administración española es la de favorecer su aislamiento del resto de las fuerzas políticas, en especial de los disidentes de Mongomo pero también de las otras, y mantener su condición de "enclave" democrático sin muchas esperanzas de crecer dada la naturaleza (que no se discute) de la dictadura guineana. El éxito de esta política hubiera llevado a CPDS a convertirse en un elemento decorativo del régimen de Obiang, que valdría para demostrar que "no es tan malo", dado que permite la existencia de un partido sin duda democrático. Naturalmente, las políticas respecto de los grupos opositores son un conjunto de intenciones que en unos casos se han llevado a la practica y en otros no, pero parece importante resaltar su carácter "militante", favorecedor de los intereses del régimen guineano. Hasta aquí nuestro análisis de "las razones de Moncloa", un análisis que nos gustaría compartir con las demás organizaciones, políticas y sociales, de nuestro país interesadas en los problemas de Guinea Ecuatorial. Sería importante exigir responsabilidades a los "principales artífices" de la política que desde años viene llevándose respecto al régimen guineano a la vez que establecer los principios básicos en los que asentar una política nueva, respetuosa con los principios de la convivencia internacional pero también con los intereses y los derechos del pueblo de Guinea.
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